Erase una vez

Nombre:
Lugar: Castellón, Castellón, Spain

1200 caracteres para describirme? Eso puede ser demasiado si os doy la versión reducida: yo soy YO. Pero si quiero extenderme 1200 caracteres no dan para nada. Si quieres perder el tiempo conociéndome te recomiendo que lo dejes estar, yo llevo toda mi vida intentándolo y no he sacado nada en claro.

jueves, agosto 18, 2005

La muerte de Sturm

La torre del Sumo Sacerdote. Bastión de los caballeros solámnicos y lo único que se interpone entre la ciudad más importante del continente y los ejércitos de la reina Oscura. Una antigua leyenda dice que mientras esté defendida por hombres de corazón noble, ningún enemigo podrá tomarla. Hay 30.000 individuos entre orcos, goblins y humanos que piensan que eso no son más que tonterías; en la plaza de armas 900 soldados rezan para que los que están fuera se equivoquen. Al mando de esos jovencísimos hombres se encuentra Sturm Brightblade, recién nombrado comandante en jefe de los caballeros de la Corona, la más humilde de las tres órdenes de caballería existentes. Además, es la persona con más autoridad en esos momentos dentro de la torre, pues todos los representantes de las órdenes de la Espada y de la Rosa han muerto (cometieron el grave error de salir a combatir a campo abierto). Sturm está abrumado; si le hubieran hecho caso . . . pero eso ahora da igual.

Laurana y Tas, representantes del pueblo elfo y kender además de viejos amigos y compañeros de viaje le siguen mientras sube a lo alto de la muralla principal. Los representantes del ejército de su oscura majestad se acercan a "parlamentar". Las condiciones que ponen para la rendición de la plaza son obviamente inadmisibles, así que, como todo el mundo sabía ya, habrá batalla.

Laurana y Tas se dedican a preparar un plan para cuando lleguen los dragones enemigos, tienen un antiguo artefacto que sirve para controlarlos y atraerlos, y de hecho la torre en la que se encuentran es una trampa para dragones. Solo hay que saber usar el artefacto (eso es lo complicado). La primera oleada de trasgos y goblins azota la torre, pero los defensores saben mantenerse firmes. Sturm va de acá para allá sin parar ni un instante, dando ánimos y ayudando allí donde parece que el enemigo va a conseguir hacer brecha. Contra todo pronóstico, pasan las horas y el ánimo de los caballeros no decae. Si las cosas siguen así, los atacantes no necesitarán escalas, podrán llegar a lo alto del muro trepando por los cadáveres de sus compañeros. Se oye un cuerno, y el enemigo se repliega fuera del alcance de las (ya escasísimas) flechas de los caballeros. Los hombres empiezan a corear el nombre de su líder, han hecho pagar cada baja con 20 del enemigo y empiezan a creer que el milagro es posible. Pero entonces los vítores se transforman en gritos de desesperación. Los dragones han llegado, todo está perdido. Hay que intentar usar el Orbe, pero aún les hace falta tiempo, Laurana aún no lo sabe hacer funcionar. Pero el tiempo se ha acabado, en unos minutos habrán muerto todos.

(DENTRO DE LA MENTE DE STURM) No puedo dejar que esto acabe así, estábamos TAN cerca. Mírales, son niños, hoy han combatido como demonios, pero la mayoría no ha cumplido los 20 años. ¡Necesitamos tiempo! Ya está, ¡lo tengo!

Laurana está asustada; no tiene miedo a morir, hace tiempo que eso le trae sin cuidado. Pero lo que ahora ve en los ojos de Sturm . . . -"¿Qué vas a hacer amigo mío?"- Se pregunta. Le pone la mano en el hombro y entonces sus miradas se cruzan. -"Ves a colocar el orbe en su sitio y trata de hacerlo funcionar"- le dice Sturm. Le coge la mano y se la besa. Entonces se da la vuelta y comienza a subir con paso lento, pero decidido los escalones que llevan al patio superior. Laurana quiere detenerle, gritarle, pero se ha quedado helada ante esa mirada. Ha visto resignación y pesar, pero tambien valentía y esperanza. No puede defraudarle; coge el orbe y se precipita hacia el centro de la torre . . .

Sturm termina de subir los escalones y se coloca en el centro del patio. El dragón más grande de todos sale de la formación y empieza a volar en círculos por encima de él. El jinete (obviamente es el general del ejército enemigo) lleva una armadura de escamas de color azul. Sturm saluda a la manera solámnica y se sorprende cuando su rival le responde el saludo de forma impecable. Bueno, parece que al menos voy a morir a manos de un rival digno. El dragón va perdiendo altura hasta que se posa frente a Sturm. La situación es tan desigual que casi resulta cómica. El dragón quiere terminar rápidamente con la pantomima y se precipita; adelanta la cabeza para empujar a su adversario, pero eso ya lo había previsto Sturm; consigue saltar hacia un lado en el último momento y lanza una estocada hacia el hocico de la bestia. La sangre mana a borbotones de la herida, con tan mala suerte que empaña la visión del caballero al caerle parte en la cara. El jinete es un luchador experimentado y no necesita más; hunde su lanza en el pecho de Sturm y este se desploma. . .

. . . Vaya, así que se acabó. Es extraño, no me duele nada, ¡pero qué frío hace! Todo se hace oscuro, ¡no, espera! Parece que se me aclara la visión, pero . . . ese que está en el suelo, ¡soy yo! Estoy muerto entonces, y parece que no ha sido inútil, el plan ha funcionado. Por ahí viene Laurana; no llores mi niña, esto no está tan mal. Si pudieras oirme . . . ¿Qué es esa luz? ¡Flint, viejo amigo!, ¡te oigo! ¿Que siga tu voz? Vale . . . pero Laurana y Tas . . . Ah, . . . tienes razón, dejemos que los vivos salven el mundo, estoy taaaan cansado . . .

miércoles, agosto 10, 2005

Un mártir es un heroe con mala pata. A mi siempre me han encantado las novelas de fantasía medieval, y Sturm es uno de mis personajes favoritos. Y fue un mártir. Yo, desde pequeño siempre he tenido una visión muy estricta de lo que está bien y lo que está mal, así que no he tenido problemas en apechugar con las consecuencias malas que puede tener hacer algo como toca. Y no soy ningún santo, simplemente tengo la gran desgracia de tener una conciencia que no me deja a sol ni a sombra cuando hago algo mal o meto la pata. Yo creo que Sturm tenía un problema muy parecido al mío, y por eso le cogí tanto cariño. La gente no me suele entender cuando digo que quiero dedicarme a ser policía, pero es que no creo que pueda haber un trabajo que se me vaya a dar mejor que ese. Ayudar a la gente, hacer lo correcto . . . mi conciencia ya me obliga a ello y si encima es mi trabajo, ¿qué más puedo pedir? Mi próximo post narrará la muerte de Sturm.


Algunas veces es cierto que una imagen vale más que mil palabras. Esta vez creo que me toca callar.