Diálogo probable entre hombre y mujer
-Pero cariño . . .
-Ni cariño ni nada, estoy harta de ti. Eres un soso y un aburrido. ¡Esto se ha acabado!
-¿Un soso? ¡Pero si siempre hemos hecho lo que tú has querido!
-¿Ves? Me das la razón. ¡Siempre tengo que pensar yo lo que hacer! Nunca das ninguna idea.
-¡Pero es que esto es la monda! Dices que no elijo nunca, y cuando se me ocurre algo me pones unas caras . . . pues que se me quitan las ganas de ser imaginativo.
-¡Claaaaaaaro! ¡Muy bonito! Encima la culpa es mía, ¿no? Siempre le das la vuelta a todo para hacerme quedar como la mala.
-(murmurando con la cabeza gacha) Vaya, parece que he aprendido algo de ti. . .
-¿CÓMO DICES?
-No nooooo, nadaaaaaaaaaa, solo pensaba en voz alta.
-¡JA! cómo no, el señorito se refugia otra vez en su mundo para no afrontar los problemas.
-Ya estamos con la cantinela de siempre.
-¡Por supuesto! Porque siempre acabas huyendo de los problemas.
-¿Quien está huyendo? Lo que pasa es que no me gusta discutir.
-Dilo como quieras, pero en definitiva eres un cobarde.
-¿Sabes qué? tienes razón, soy un maldito cobarde, así que se acabó.
-No te creas que va a ser tan fácil, esta conversación no acaba hasta que yo diga.
-No, creo que no me estás entendiendo bien. Yo te hablo de lo nuestro . . .
-Pero cariño . . .
-Eso sí que no, ahora no me llames así. Has venido a dejarme, ¿no? Pues ahí te quedas, yo me voy a mi casa.
-Pero . . . yo no quería . . . no sabía . . .
-¡Ah! ¿Estás sorprendida? Entonces no debo ser tan predecible, ¿no crees?
-Ni cariño ni nada, estoy harta de ti. Eres un soso y un aburrido. ¡Esto se ha acabado!
-¿Un soso? ¡Pero si siempre hemos hecho lo que tú has querido!
-¿Ves? Me das la razón. ¡Siempre tengo que pensar yo lo que hacer! Nunca das ninguna idea.
-¡Pero es que esto es la monda! Dices que no elijo nunca, y cuando se me ocurre algo me pones unas caras . . . pues que se me quitan las ganas de ser imaginativo.
-¡Claaaaaaaro! ¡Muy bonito! Encima la culpa es mía, ¿no? Siempre le das la vuelta a todo para hacerme quedar como la mala.
-(murmurando con la cabeza gacha) Vaya, parece que he aprendido algo de ti. . .
-¿CÓMO DICES?
-No nooooo, nadaaaaaaaaaa, solo pensaba en voz alta.
-¡JA! cómo no, el señorito se refugia otra vez en su mundo para no afrontar los problemas.
-Ya estamos con la cantinela de siempre.
-¡Por supuesto! Porque siempre acabas huyendo de los problemas.
-¿Quien está huyendo? Lo que pasa es que no me gusta discutir.
-Dilo como quieras, pero en definitiva eres un cobarde.
-¿Sabes qué? tienes razón, soy un maldito cobarde, así que se acabó.
-No te creas que va a ser tan fácil, esta conversación no acaba hasta que yo diga.
-No, creo que no me estás entendiendo bien. Yo te hablo de lo nuestro . . .
-Pero cariño . . .
-Eso sí que no, ahora no me llames así. Has venido a dejarme, ¿no? Pues ahí te quedas, yo me voy a mi casa.
-Pero . . . yo no quería . . . no sabía . . .
-¡Ah! ¿Estás sorprendida? Entonces no debo ser tan predecible, ¿no crees?